XV. Ego magister sum, fac me reverenter

Coach educativo, tutor, orientador, asesor, influencer… todos estas seudoprofesiones se caracterizan por parecerse a la del maestro. En todas hay una autoridad, del tipo que sea, y un receptor de la ayuda. En todas las intenciones es la de conducir, esperemos que bienintencionadamente, a un niño o adolescente.

La primera puede que se centre más en el estado anímico, la segunda es su integración en la escuela y su desempeño en la misma, la tercera busca la triple intención de guiar sobre uno mismo, en lo académico y en el futuro profesional. Un asesor es alguien al que pagas porque careces del tiempo necesario para parte y pensar que ocurre. El ultimo es un cuñado 2.0.



Si lo analizamos desde la teoría de conjuntos uno podría pensar que es un diagrama de Venn de cinco espacios en el que los rasgos comunes a esos espacios forman un espacio al que llamamos maestro. Pero esto sería un insulto a la inteligencia y a una profesión milenaria. Un maestro es todo eso y más, si un maestro no es tutor, no es un buen maestro. Sera un grandísimo profesor, o ni siquiera eso. Si un maestro no sabe orientar, volvemos a lo mismo, no será un buen maestro. Y así con todos, ya que no es poco habitual encontrarte que ante la pregunta de quien ha influenciado en tu vida la respuesta sea algo como: en tal curso tuve tal maestro…

Lo único por lo que no reniego de todas estas seudocategorias es porque los buenos maestros escasean, y que prefiero cinco personas haciendo el trabajo de uno bien, que un inútil haciendo una bien y cuatro mal.



Tal vez si se dejáramos de difuminar y evaporar la recta definición de maestro dejaríamos de perder prestigio como tales. Tal vez, si al igual que en otras profesiones, para ser un buen maestro se requiera ser bueno en todas las competencias y no solo en unas mínimas la profesión recuperaría el prestigio de antaño. Tal vez el problema de la educación solo sea eso, tener buenos maestros. 

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