XIX. Magistri pauci sunt, mercenarii abundant.
Empecemos por diferencia entre carácter y personalidad. El carácter son las tendencias de nacimiento de una personalidad, una suerte de protopersonalidad. La personalidad, por consecuencia, es la cimentación del yo sobre esos pilares connaturales. Por ende, todo rasgo de la personalidad puede ganarse o perderse, al menos en cierto grado.
Quiero
apartarme, después de esta introducción, de la idea de construir sobre el vacío
teórico una serie de rasgos de la personalidad que nos lleven a los propios de
un profesor. Propongo un método más sencillo y empírico: si lo que he dicho en
el primer párrafo es cierto ¿Qué rasgos vemos cuando a un adolescente le
decimos que tiene vocación de profesor? (O que sería un buen maestro). Porqué serán
esos rasgos del carácter de ese joven los que deberíamos de poner primero.
Alguien con
madera de profesor es alguien que no tiene por qué ser un buen estudiante. Es
madera suele ser paciente, dentro de que no deja de ser un adolescente, y
observador. Su mirada es un futurible, en términos antropológicos tiene un elevado
nivel de estimativa, no solo ve lo que hay sino tiene la capacidad de lo que podría
haber. Es empático, pero no tiene por qué ser extrovertido. Y, sobre todo, le
brillan los ojos cuando habla de las cosas que le gustan.
Sobre esto construyamos
aquellos rasgos que dependen mucho de la maduración, ya que son virtudes más
que rasgos, como: la prudencia, la retórica, la sabiduría, y la justicia. Ha de
ser un ejemplo integro con lo cual ha de cultivar la templanza y la fortaleza. Además,
ha de tener autoridad y potestad, y, sobre todo, no confundirlas nunca. Ha de
ser cercano, pero nunca un ‘colega’.
Puestos a
quitar de los altares a nuestro maestro ideal pongamos aquellos pecados que
pueden ser tolerables, nunca recomendables. Puede pecar de soberbia, puede ser cínico
e irónico. Puede ser algo brusco en trasmitir las emociones, un tanco frio en
el trato con los demás.
Pero todo
esto da igual, ser un buen profesor es vocacional. Desconozco si se puede adquirir
la vocación, pero veo a mi alrededor mucho mercenario educativo que opta por
ser profesor porque no tiene otro pino donde ahorcarse; o peor, que crea que
ser profesor es algo sin más, una pieza necesaria más en la sociedad. Ojalá me
equivoque, es horrible tener siempre la razón.
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