V. Mundus heroibus non eget. Mundus eget doctorum
En democracia, por el amor a la ley Sócrates bebió cicuta como ejemplo, esa fue su última lección para los atenienses. No acepto su condena a muerte porque creyera que las leyes de Atenas fueran correctas, es más, enseñaba de manera incómoda para el gobierno. Acepto su muerte por coherencia, prefirió la muerte a renegar de lo que él creía que debía ser la educación de los jóvenes, aun sabiendo que ese espíritu crítico fuera molesto y condenable bajo la ley.
Pienso que
cuando sea profesor habrá días lluviosos en los que bajo un paraguas andaré despacio
y fumando hacia mi colegio, no me imagino que mi mente este preocupada por el
clima, no deseare que haga sol, no protestare cuando la niebla baje. Qué más
da, hay unos alumnos que me esperan, y mi mente está en ver cómo hacer que se
enamoren de lo bello, lo veraz y lo bueno.
Para mí, las
leyes educativas (las directivas europeas para el 2020, el Conejo de Ministros 2010, España y la estrategia de Europa 2020, la LOMCE, la LOE, La LOMLOE...) son climas, que leeré mientras tomo un café por las mañanas
con la misma seriedad con la que escucho el pronóstico del clima en el
telediario.
El mundo no
necesita héroes que luchen por ideales, necesita profesionales. Y mi profesión,
con el permiso de las meretrices, es la más antigua del mundo. Cogeré una tiza,
un rotulador, un puntero o un holograma, lo que toque. Y me preocupare por lo
importante: que mis alumnos sean mejores cuando me abandonen.
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