IX. Negotium cum terroristem non facio. Disce linguam Latinam et desine esse idiotica.
Busquemos mi definición de educación. Veamos que dice la etimología, que muchas veces es más sensata que los panfletos escritos por los expertos.
Educar: Del latín educare, proviene de educere, que se
divide en: ex (fuera de) y duchero (guiar, conducir). Educar
vendría siendo guiar a la persona para que saque lo mejor de sí, para que
desarrolle todo su potencial.
No veo inconvenientes
con convertir esta mi definición de educación: hacer que los alumnos sean
mejores. Claro este si entendemos bien que es ese ‘hacer’ y que es ese ‘mejores’
Maestro: Proviene del latín magister (en acusativo magistrum),
el que más sabe y por lo tanto dirige a los otros. Magis es ‘más’. Dirige
únicamente porque sabe más que el dirigido.
En cuanto al
dirigido, el alumno, tenemos.
Alumno: Del latín alumnus, que viene de alére (alimentar). Persona que es alimentada. En un principio, alumnus se
refería básicamente al niño que por instinto biológico se alimenta del pecho de
su madre. Con el tiempo pasó a entenderse como la persona que se alimenta de
conocimiento.
No veo ningún
problema a que mi relación de alumno-profesor sea la que rige la etimología. Ahora
viene la sorpresa: ¿qué es para mí una escuela? Una vez más vayamos a la etimología.
Escuela: Del griego acholé: ocio, tiempo libre. El latín transformó esta palabra a schola,
que usa también como ludus (juego), también entrenamiento y diversión.
El tiempo libre y el ocio era entendido por los griegos como el espacio para
cultivarse, para aprender, en vez de ocuparse de otras labores que no lo
alimentaban.
Y nosotros
pensando que lo de que la escuela tenía que ser dinámica y divertida era invención
del siglo XX. Pues ya estaría, esta seria mis definiciones de que es la educación.
En cuanto a cómo llegaría a un consenso es fácil: priorizar el latín y el griego
por encima del B2 de inglés en los requisitos para el máster de profesorado, y dejar de pensar que el problema de la educación
es algo nuevo.
La segunda
parte de esta entrada es la búsqueda de valores en los que me gustaría educar
para la sociedad en la que quiero vivir. Todo mal. Primero estoy en contra de
que la escuela se vea como una trinchera ideológica donde las izquierdas y las
derechas bombardean gilipolleces sin pensar. Lo segundo los valores no son
objetivos, pero no por ello no podemos decir que hay valores que son mejores y
peores. Ahora bien, habría que definir cuáles son los valores que son patria potestad
de la escuela.
Si quietas
la agenda política, las seudo-ciencias y un montón de expertos que no han visto
un niño en su vida te queda lo nuclear en la escuela: amor por el conocimiento.
O de manera actual: aprender a aprender, aprender a ser y aprender a
sociabilizar. No hay en ese valor supremo, amor por el conocimiento, nada útil o
pragmático, y es justamente eso lo que forma el espíritu crítico para poder
valorar el resto de las cosas. La raíz de la educación pasa por que los alumnos
comprendan el valor de la propia educación, del conocer por conocer. Todo lo demás
es derroche de dinero, tiempo y jóvenes.
Una vez vean
esto, que amen, el resto viene por añadidura. Un joven debería ser un ser hambriento
de respuestas no una amorfa figura que decide su carrera profesional a los 12
años y no sabe nada de nada.
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